sábado, 26 de septiembre de 2015

Montage of Heck: Ninguna clase de disculpa

Por Btxo

Poseo un capricho que se orienta por llevar la contraria siempre. Por ejemplo, si alguien me urge por escuchar algún disco, ver una serie o una película de inmediato me desmarco a causa de mis primicias personales. A mí nadie me obliga a nada. Después, como los gatos, olisqueo un poco y determino si es viable o no echarme de cabeza a la sugerencia. Por eso siempre me desfaso en las conversaciones.

Hace poco me preguntaba, de forma muy imbécil y harto del actuar social, quién ostentaba el récord de más películas o documentales en su memoria: ¿Kurt Cobain o Steve Jobs?

Gracias a Clarovideo y a mi flojera por seguir la tendencia, Montage of Heck (2015), la entrega más reciente alrededor del nativo de Aberdeen, llegó tarde a mis sentidos y me descontroló un poco. No por nada Frances Cobain es productora ejecutiva, pero vamos por partes.

Por un lado, me resulta curiosa la coincidencia de que tanto The Smiths como Nirvana hubiesen añadido un guitarrista de apoyo para los directos, detalle que refleja las dudas artísticas que, en su momento, hubo hacia Cobain y Johnny Marr quienes, curiosamente también, habían menguado su capacidad musical a causa de los atracones de horse que degustaban más que ocasionalmente.

Por otro lado, a diferencia de About a son (2006) y All apologies (2006), Montage of Heck es una oda directa a la reivindicación de Cobain vía el contexto de abandono y soledad, y más que eso, a causa del tibio manejo de la fama, si bien un lugar común alrededor de Kurt pero que polariza la historia universal.

Para nadie es un secreto la dicotomía de un Cobain tan dulce y agresivo como el cachorro de gato que encuentras atrapado en una alcantarilla, no obstante, es hasta ahora que aquello puede advertirse gracias al asombroso pietaje de la infancia de Kurt que sazona el documental.

Sin embargo, ese detalle no redime el carácter insoportable y ramplón de un Cobain siempre a la defensiva. Mejor músico que persona, Cobain es desnudado en este documental. Quizás los fragmentos en donde se evidencia ese honesto pero retorcido paternalismo, con Cobain hasta las orejas de heroína mientras Courtney Love le corta el cabello a una bebé Frances, fue un guantazo de reproche de la productora ejecutiva hacia sus padres, otro detalle que revela la beligerancia con que se abordó a Kurt en esta pieza fílmica.

Lamentablemente, si la intención era desmitificar al ídolo, el documental pifió.

Más allá de la teoría que reza que Love mandó matar al marido, el documental sugiere, quizás de manera intencional pero al aire, que la muerte de Cobain fue resultado del actuar y la conexión de diversos factores: fans, prensa y detractores.

Los fanáticos siempre tienen la necesidad de asirse a la historia trágica de un héroe que los alimenta y al mismo tiempo los hace sentir mejor porque saben que, irremediablemente, se irá antes que ellos y entonces tendrán algo que celebrar, o lamentar, pero con el mismo ímpetu. Nada alimenta más a un fanático que la caída de su héroe porque, de esa manera, podrán sentirse superiores.

“Nada hacía enfadar más a Kurt que el sentirse humillado”, señala Krist Novoselic en el documental cuando se refiere a la manera como Cobain reaccionaba ante las críticas adversas. Y el mismo Kurt señalaba lo absurdo que resultaba ser considerado como portavoz de una generación. Por ello, los detractores de Nirvana, musical y socialmente, tuvieron mucho que ver en el toleteo contra quien sólo deseaba expresarse y tocar en directo, hasta que le colmaron la paciencia llevándolo a amenazar por teléfono a una periodista de Vanity Fair que reveló el caos enfermizo que pringaba el departamento de los Cobain-Love.

Quienes me conocen saben de sobra cuáles fueron las razones por las que me escabullí de la fuente de rock mientras era redactor en la revista Rock Stage y el periódico El Universal. Resumiendo puedo decir que no quería ser parte de un circo cuya función es vanagloriar aquello que no tiene brillo, o bien, sacar del contexto real a los músicos de rock.

Exacerbar a la masa es irresponsable. El que Cobain haya sido considerado el portavoz de una generación desencantada fue culpa de los medios urgidos de atención y ventas. Lógico, se necesitaba un héroe (anti)social acorde al contexto de la juventud a principios de los noventas, porque después de John Lennon el vacío casi se eterniza.

De igual forma, enclavar ideologías en una porción de arte que resulta meramente estéril y de orientación lúdica por naturaleza como el rock, es aún más irresponsable. Claro que eso no aplica en bandas con motivos específicos como Rage Against the Machine o Mano Negra, porque ellos imprimían esa idea como parte de su press kit. Sin embargo, el resultado de los pensamientos de alienación, dolor, enfermedad y soledad de Cobain no tenían que ser generalizados y adaptados a una juventud aparentemente carente de oportunidades. Aunque la mayoría, por sus mismas carencias de cultura, cayó en el garlito.

En ese sentido, los culpables directos de exacerbar el malestar emocional de un Kurt poco preparado para el éxito fueron los medios de comunicación “especializados”. Lo mismo sucedió con Mötley Crüe, Guns and Roses e inclusive Metallica, a quienes se sobrevaluó como los salvadores del mundo.

Una guitarra no salvará al mundo, eso es definitivo. Por ello se requiere de mayor responsabilidad aun cuando el rock sea un tema irresponsable que engloba puntos de fuga que pueden ser peligrosos para las mentes débiles. Es por ello que las mentes débiles siguen siendo cronistas pero no analistas. El periodista de rock, como tal, no debe intentar, siquiera, adentrarse en temas sociales, desarrollar un punto de vista y mucho menos compartirlo.


Finalmente Montage of Heck es un documento interesante y curioso desde la intimidad del artista, pero más allá de determinar culpables no aporta mucho a la apreciación de esa marca denominada Kurt Cobain. ¿Por qué, si no, se paladea saludablemente la ausencia de Dave Grohl? (Coyoacán, 2015)

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